Desde hace varias décadas, el sector financiero –con los bancos como protagonistas– se posiciona como “el gran ganador” de la economía argentina. En este tiempo se sucedieron cambios de gobiernos de diferentes colores políticos, recesiones y expansiones, períodos de mayor o menor inflación, aplicación de medidas económicas más o menos restrictivas. Bajo cualquiera de sus formas, el sector financiero ha logrado mantener su posición de rentabilidad y destacarse como un “gran negocio”. Para tener una idea, la rentabilidad del sector financiero en Argentina es del 44% mientras que en América Latina es del 24% y en Europa apenas representa el 6% (Oglietti y Páez, 2022). En nuestro país, la gran mayoría del dinero que se origina en el sector proviene de la especulación financiera, adquisición de deuda del sector público y, en menor medida, de los hogares mediante el otorgamiento de créditos para el consumo, tarjetas de crédito, créditos personales y cobro de servicios, aranceles y comisiones por cada pequeño movimiento.