El mundo informado, interesado en seguir el devenir de los factores de poder, sabiendo que en definitiva determinan la vida cotidiana de las poblaciones; los más ricos por su influencia en el disfrute de sus privilegios y los más pobres porque marcan el piso de su supervivencia, no podían imaginar ni soñar que poco más de 50 millones de brasileños votaran a un Bolsonaro.
Ya había pasado con Trump en un Estados Unidos en decadencia imperial, donde la justificación de la elección de un troglodita aparece ligado a una reafirmación del nazionalismo, con aspectos que recuperan el proteccionismo y el mercado interno como prioridad, frente a la globalización neoliberal liderada por los conglomerados transnacionales.
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